Nota por Hernán Panessi publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.
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Con 25 años, Ailén Cecilia González a.k.a. Brasita es una de las MC más poderosas del under argentino. Oriunda de Florencio Varela, más precisamente del barrio Estanislao Severo Zeballos, Brasa debutó en Red Bull: Batalla de los Gallos 2020 después de coronarse ¡campeona invicta! de la primera edición de Triple F, la liga argentina de freestyle femenino.
“Ailén es un nombre mapuche y en la lengua mapudungún significa brasa”, explica la rapera a propósito de su alias.
Su madre y el don de la palabra
Ailén vive en una familia en la que su mamá es el pilar de la casa. “Siempre me gustó leer y escribir”, dice. Inspirada en su madre, empezó a garabatear poesías. Y hasta se anotó en distintos talleres y concursos de literatura.
Así, antes de antes, el empleo grácil de la palabra empezó a colarse en su vida.
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“Me acuerdo que, cuando estaba en primaria, mis papás escuchaban un disco de Eminem. Yo no entendía qué era, pero me llamaba la atención que cantaba rápido”, recuerda. Sin marco teórico, a sus 8 años se estaba vinculando evanescentemente con el rap.
Sin embargo, fue en su adolescencia cuando un amigo le acercó un compilado en MP3 que terminó destrabándole un montón de data: Calle 13, Vico C, Ninja Sekta, Movimiento Original, Jaloner y muchos otros.
“Empecé a escuchar rap, pero no sabía que había una cultura en nuestro país”.
Junto a esos mismos pibes, Brasita empezó a salir a taggear por su barrio, aunque desconocía la profundidad de la cultura grafiti.
De espectadora a protagonista
Por esos años, a sus 14, un amigo que iba al Halabalusa, la competencia de freestyle underground más importante del Sur, le mostraba videos de batallas. “¿Qué es acotar? ¿Qué quiere decir que tiene flow?”, le preguntaba Brasita a su amigo.
Y después de caer varias veces como espectadora, la cultura del freestyle empezó a imantarla cada vez más.
Brasita recuerda muy bien su primera improvisación, en agosto de 2012. De su boca: “Los pibes me pedían que me tire un free y yo les decía que me dejen de joder. Me tiré dos rimas muy básicas y me re festejaron. Volví a mi casa rimando”.
—¿Y cuándo empezaste a competir?
—Para ese momento ya competía.
—¿Cómo?
—Sí, competía en natación [risas]. Entrenaba en el Club Varela Junior y llegué al punto que fui a entrenar al CeNARD [Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo] para federarme. Pero no me alcanzaba el tiempo. Como no teníamos auto, me despertaba a las 5 de la mañana, entrenaba, volvía al colegio, salía y otra vez a entrenar. No daba más.
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Con respecto al free, cuando se sintió afianzada, se mandó a competir. Fue el 6 de enero de 2013, en una competencia 2 vs. 2, en la localidad de Solano. “Pasamos en primera ronda y perdimos en cuartos”, recuerda.
—¿Por qué te empezaste a copar con el freestyle?
—Porque lo empecé a usar mucho como una forma de escape. Había fallecido mi papa cuando tenía 16 y en ese momento estaba conociendo la cultura. Fue como una contención que no tuve en otro lugar. Llegaba a casa descargada.
—¿Por qué?
—Lo primero que aprendí en un cypher [una colaboración espontánea de distintos freestylers para improvisar en público] es a contar una situación que me pasó. Algunos contaban secuencias graciosas o duras y yo contaba que había perdido a mi papá. Esa situación nos hacía sentir más unidos a todos. Tirabas un free y ya sabías con quién estabas hablando.
A los tres meses ganó la Rompehuesos Deluxe, una competencia conurbana.
“Me empecé a anotar en un par de lados y tenía el aval de los pibes. Era la nuevita que rapeaba”, cuenta.
En una de tantas compes sureñas, llegó a la final y se enfrentó a Klan, quien ya estaba asomando como uno de los más destacados MCs de esa época.
“Me ganó. Después me lo crucé en la estación de Temperley y eso desembarcó en una relación”.
Y sigue: “No era el Klan de ahora, pero era uno de los buenos. Fui testigo de esa etapa donde crecimos juntos y conocimos un montón de lugares. La competitividad nos hizo tomar todo en serio”.
A la sazón, resulta inevitable recordar la Microphone Check Vol.7 en la que, junto a Rouse, vencieron en la final a Papo y Danyelus.
“Rouse era increíble. Y si les parece increíble rapeando, no saben lo que era como persona”, rememora sobre la inactiva Rouse, otra de las pioneras del free.
Competir para ganarse el respeto de sus pares
En esa época, Brasita empezó a ganarse un nombre entre las compes del Sur (Muerte en Gerli, Rompehuesos de Berazategui, La Caterap de Quilmes) y, más tarde, saltó a las de Ramos Mejía, Padua, Tigre y demás.
“No pensaba en nada, solo quería salir y disfrutar. Esa era mi diversión. Me lo estaba tomando enserio, pero no sabía bien para qué”.
—¿Y qué era lo que ibas a buscar?
—Queríamos ganarnos el respeto. Si había premio, había premio. Pero a veces viajábamos muy conscientes de que no teníamos cómo volvernos. Era muy freestyle todo, muy del momento.
Como un mantra: muy freestyle todo, muy freestyle todo, muy freestyle todo.
La maternidad
Una noche, estando embarazada, se cayó y se asustó. “Voy a frenar acá”, pensó. El agitado raid debía ponerse en pausa.
“Me puse en plan de pasar un embarazo tranquilo”.
Entonces, a sus 17 años, Brasita encaraba el desafío de ser una mamá jovencita y de suspender por un rato su pasión.
“Nunca me desapareció el amor por el freestyle, pero prioricé mi embarazo”, reconoce.
Y en esos años de maternidad, tras un paso trunco por la Facultad de Bellas Artes de La Plata, estudió el profesorado de biología bien cerquita de su casa. Eso le permitió ser una mamá presente y desarrollarse académicamente. ¿Y el freestyle? “Cada tanto iba a un evento, pero no estaba activa”.
Con algunas intermitencias en 2018, terminó volviendo al freestyle en 2019.
“Había leído, crecido, era mamá, tenía una rutina y estaba en otra. Además, mi nena ya tenía edad como para poder llevarla a las competencias, explicarle lo que hago y qué hago cuando no estoy en casa”.
El regreso definitivo
Así las cosas, el 8 de marzo de 2019, en el Día de la Mujer, Cultura Rap metió una fecha de 2 vs. 2 de parejas mixtas y Brasita cayó junto a un viejo amigo del under: Sony. Por caso, Sony, que venía inactivo, tenía en sus espaldas el campeonato de Red Bull: Batalla de los Gallos 2014.
—¿Y cómo fue esa vuelta?
—Tenía mucha euforia. Fue una fecha clave porque hacia un montón que no viajaba a una competencia. Además era mixta y había otras pibas. Quería ver el panorama general. Me presenté como para ver qué onda. Y cuando entramos con Sony, todo el mundo nos miró. La ganamos.
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—¿Con qué te encontraste?
—Fue muy loco volver a empezar de cero. Habían cambiado un montón de cosas. ¿Dónde quedó el 2013? [risas] Fue súper loco. De repente había pibes que estaban viviendo del freestyle y fue como “¡wou!”. Ese crecimiento también lo vi por Klan. En parte, todo eso me dio esperanzas para decir: “Che, no puedo estar perdiendo el tiempo”. Me tenía fe. Me tiré a todo o nada porque lo quería intentar.
Después de vencer en la final a Roma y Mito, la host, Taty Santa Ana, se le acercó y le contó de una movida: “Estoy preparando una liga femenina”, le dijo Taty. “Yo estoy”, respondió Brasita.
De “Brasita de Triple F” a “Brasita de Red Bull”
Llegó la Triple F, la primera liga femenina de freestyle en Argentina, y la ganó de punta a punta. Ninguna de las otras competidoras le sacó siquiera una réplica. En un equivalente futbolero, sería como salir campeón consiguiendo una valla invicta. Un logro verdaderamente asombroso. “Volvió Brasita”, me dije.
En paralelo a Triple F, llegaron algunas entrevistas en radio, páginas webs especializadas y portales de noticias. Su popularidad comenzó a crecer y le acercaron invitaciones para brindar exhibiciones en la Usina del Arte, en la Facultad de Ciencias Sociales, en la de Psicología, en el Congreso, en bares y más, y más, y más.
“Empecé a competir de nuevo en el under. De pronto, me empezaron a pagar y eso está re bueno. Ahora, me iba de casa y ya no volvía sin nada. De a poco fui subiendo otra vez”.
—¿Y cómo arrancaste 2020?
—Ufff, con la pandemia me quise matar. Porque venía embalada con la Triple F, con que me iba mejor. Estaba peleando la punta de una tabla de una liga under, la Bardo Sur, donde se hacía el Halabalusa. Al principio, encerrada, no sabía qué hacer. No quería saber nada de Discord [plataforma con la que se hacen batallas virtuales] ni nada de eso. Pero empecé a conocer a otra gente, a Naista, Katra y la Escuela de Rap de Mar del Plata, y sumé nuevos vínculos. Me fui metiendo en las compes online y en los entrenamientos.
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—¿Y cómo llegaste a Red Bull: Batalla de los Gallos?
—Estaba entrenando, andaba poniéndole aceite al engranaje. Ahí era “Brasita de Triple F”, pero yo pensaba que estaban Saga, Roma, NTC, que la rompen, y no quería saber nada. “¡Vos mandá!”, me decían mis amigos. Pero al principio, no pude hacerlo porque me lagueaba el beat por la conexión a Internet. Se escuchaba mal. Un par de días después, conseguí otro celu, pintó mandar la prueba y me gustó cómo quedó.
—¿Qué sentiste con este regreso a lo grande?
—Fue un poco de todo. Fue como ver una línea de tiempo en 3 segundos. Todo mi pasado, mi presente remando y, también, ver una posibilidad del futuro. Esto es una puerta de ingreso. No lo tomé como “uy, llegué”. Todo lo que pasé y lo que viví, fue con mi nena al lado mío y eso fue re emocionante.
Sin embargo, Brasita no se acostumbra a las comodidades profesionales, no le gustan los privilegios ni, según sus palabras, “vivir este tipo de vida en la que tenés todo servido”. Ella quiere seguir plantando cara en las plazas.
“Igual, en Red Bull la pasé re bien. Todos se portaron súper”, relata.
Por esa experiencia, la municipalidad de Florencio Varela la adoptó como referente artístico.
“Red Bull me abrió algo muy interesante: poder ayudar a otros. La idea es tratar de sacarle provecho a esa experiencia para dar una mano en mi barrio”, desliza.
Mientras tanto, también le acercaron un ofrecimiento para actuar y está trabajando en un disco que –asegura- será como una especie de película.
“Cuando salgan los temas se va a ver entera. Cada tema es un capítulo. Vamos a ver qué sale”.
Conciencia cannábica: salud y ocio
Con respecto al cannabis medicinal, Brasita se muestra empática: su abuelo es consumidor de aceite.
“Es súper importante que todas las medidas estén regularizadas”, sentencia.
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Asimismo, se presentó en varias marchas junto a su madre y apoya el cultivo personal: “En cuanto a lo medicinal, no quedan dudas de nada”. ¿Y al recreativo? “Yo fumo, pero sé que hay cuestiones más importantes”.
Entretanto, en septiembre de 2020 participó de la BSF Arena, una compe internacional organizada por la marca cannábica BSF Seeds. Y eso la puso feliz. ¿Por qué?
“Porque me regalaron un frasco y semillas” [risas].
Fotos por Matías Jara