Nota por Ulises Román Rodríguez publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.
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En algún lugar del tiempo de los menemistas años ‘90, un flaquito largo y elástico como los chicles Jirafa, cruza la plaza Bartolomé Mitre de Fernández, Santiago del Estero, con una cresta punk brillosa.
Sabe que al pasar por ahí, a esa hora de la tarde, en esa parte del mundo, con esos pelos rabiosos, le van a gritar -como mínimo-: puto.
El chico con una remera negra ajustada, unos jeans gastados y zapatillas de lona no mira para ningún lado y, con 38 grados sobre la mollera, avanza altivo mientras va escuchando: puto vení, tomá, putito, trolo, puto, puto, puto.
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Todos los fernandenses saben que ese -ése- pendejo es el hijo del Juan Tauil, el dueño del supermercado, que también se llama Juan y al que le dicen Juancito, que a veces atiende la caja, que se viste con ropas que la madre le trae de sus viajes a Buenos Aires, que se baja los potes de dulce de leche y que siempre fue medio raro por no decir puto.
Sentado a la sombra de un árbol bonachón en el patio del Centro Cultural T.A.I. -espacio artístico fundado y dirigido por él- Juan Tauil recuerda ese momento con gracia: “cruzaba la plaza para que me griten de todo”.
Ese era el desafío de un adolescente que leía la revista de cultura joven 13/20, que copiaba el look punk de las fotos en blanco y negro, que se devoraba las columnas sobre el despertar sexual escritas por León Gindín y que descubriría -en las cartas de lectores- que había otros chicos que gustaban de chicos.
La escuela secundaria transcurrió en la capital de su provincia y con ella las primeras “exploraciones” sexuales. A los 17 años Juan dejó Santiago del Estero para estudiar Relaciones Internacionales en la porteña Universidad de Belgrano y luego la Maestría en Periodismo en la Universidad de San Andrés.
“Hoy rescato pájaros porque me siento identificado con ellos. Me vine a Buenos Aires para huir y cuando los pájaros que cuido están en condiciones también tienen ese deseo irrefrenable de salir volando”, cuenta Tauil.
El hacedor
En el 2008 Juan Tauil creó la banda “mostra” Sentime Dominga, en la que salen a la luz sus raíces santiagueñas que cohabitan con el pop y la chanson lisérgica.
Una década después fundó el primer centro cultural de Villa Ortúzar y en el medio escribió crónicas y columnas para el suplemento Soy de Página/12, un libro, canciones, obras de teatro y dirigió el documental “T” sobre la militancia travesti en Argentina.
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Con una marca registrada de cannabis blend bautizada Shamánica, Juan Tauil, un fundador permanente, dice: “no necesito a nadie que me habilite para hacer cosas porque todo lo que hago es sin permiso”.
Foto por Cecilia Estalles
—¿En qué estadío está tu proyecto musical?
—En estos momentos, Sentime Dominga está durmiendo el sueño de la cuarentena. Lo último que hicimos el año pasado fue, junto al sello Los Años Luz Discos, un compilado con nuestras mejores canciones, al que llamamos Grandes Fracasos.
—¿Cómo está armado ese disco?
—Son audiocrónicas, con textos propios y ajenos leídos con bombos legüeros de fondo que funcionan como el hilo conductor que te va llevando al escuchar el disco. Es como un viaje conceptual.
—O sea que, por ahora, la banda está muteada.
—Sí, pero de todos modos eso no es un problema porque las de Sentime Dominga son canciones sin tiempo. Entonces, todo está como en una nube de humo, flotando en esa situación, en esa lisergia de tiempo. Como nunca me guié por los tiempos del mercado, todo será cuando tenga que ser.
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Con un barbijo como arte de tapa, el disco que lanzó por Spotify y YouTube se puede interpretar como una crónica musical del momento histórico que atraviesa la humanidad y, a la vez, como un diálogo con los 2 discos anteriores: Operada (2009) y Medicada (2016).
La banda, que con el nombre homenajea al film Esperando la Carroza, está formada por Valeria Cini en guitarra y voz, Itu Itulain en el bajo, Veroki Barrera en percusión, Martín Santagada en guitarra eléctrica y Juan Tauil en bombo, voz, letras y concepto general.
Durante más de una década, Sentime Dominga circuló por los escenarios del país, participó de festivales de literatura como el FILBA y de encuentros folclóricos como la Marcha de los Bombos y presentaciones en el Patio del Indio Froilán, en Santiago del Estero.
“Somos una banda de folklore, aunque sin padrino. Porque parece que tenés que tener alguien que te apadrine para que te pasen en la radio o te llamen para tocar en algunos lugares, pero nosotros no tenemos padrino porque no tengo ningún interés en competir”, dice Tauil.
Documental, libro y centro cultural
En el año 2002, cuando Juan Tauil estaba haciendo la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, publicó una crónica en la revista El Planeta Urbano titulada “Mi vecino es un Crossdresser”.
“Fue la primera vez que se habló en los medios de esa actividad en Argentina”, cuenta, y deja una anécdota: “en Clarín me la rebotaron porque decían que el tema era muy fuerte”.
En esos momentos en que la Argentina se hundía en una profunda crisis económica y social, Juan olfateó que había un movimiento LGTBIQ+ que emergía desde el under.
Su ojo de cronista le abrió una puerta en Soy, el suplemento de diversidad de género del diario Página/12, y allí fue entrevistador, cazador de historias y columnista con la firma Lux.
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Tras años de investigación sobre el movimiento trans en Argentina, Tauil estrenó, en el Festival Asterisco del año 2015, su documental T: un álbum de fotos que atesora momentos de militancia artística y territorial de activistas travestis.
Foto por Cecilia Estalles
—¿Qué recorrido tuvo el documental?
—Siempre digo que es una obra de trinchera. Tal es así que fue rechazada dos veces por el INCAA. Entonces, su lugar son los centros culturales, los sindicatos de trabajadores, las universidades, escuelas secundarias, grupos de militancia, partidos políticos.
—¿Cómo viviste la experiencia de reflejar la militancia del movimiento trans?
—El documental es una cátedra de política dictada por compañeras travestis. Por mi parte siento orgullo de distribuir de un modo democrático y anticapitalista a “T”.
Seleccionado para participar del Festival de Cine LASA, que se realizará entre el 26 y el 29 de mayo de 2021, el documental “es una obra en construcción permanente, cambia todo el tiempo. Le agrego y le saco cosas según los acontecimientos”, dice el director.
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Como Juan no puede quedarse quieto, aunque esté haciendo siempre cosas nuevas, mientras rodaba el documental escribió crónicas sobre sus personajes que publicó en el suplemento Soy y de allí se desprendió un libro: Testiga. Crónicas, entrevistas y otras rarezas bajo el sello de editorial de la Universidad Nacional de La Plata (EDULP).
—¿Por qué Testiga?
—Porque si uno no es protagonista, por lo menos debe ser testigo, y como la palabra testigo me parece chica, aburrida, le agregué la a, porque como me dijo una vez Pablo Pérez, la “a” de la loca es otra cosa.
Como nunca es demasiado, hoy sus horas transcurren en el Teatro Artes Independientes (TAI) ubicado en Charlone 172 del barrio de Villa Ortúzar.
Con doña Cruz al mando de la comida, una cocinera venezolana con sazón de abuela, el espacio -con jardín y terraza- ofrece almuerzos, cenas, eventos privados, muestras de arte, shows en vivo, escenario al aire libre, mini-cine y teatro para 25 personas.
Cannabis, una marca registrada
A los 21 años Juan probó su primer porro: “un paraguayo horrible”. Eran finales de los 90’, las primeras raves, las noches extasiadas de Lalalandia en Parque Sarmiento.
En la canción “Fernández”, del disco Operada de Sentime Dominga, el cantautor escribió: “tirado en el pasto, fumo hierba, miro el sol”.
Foto por Cecilia Estalles
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—¿Cómo es tu relación con la marihuana?
—Fumo 1 o 2 porros por día. Las mañanas comienzan con una pitada. Es lo único que fumo porque odio el tabaco. La marihuana me ayuda a encontrar mi fluir.
—¿De qué manera se produce ese encuentro?
—Antes vivía con el mandato de la ciudad, estaba atado a eso y hoy siento que mi conexión es con la naturaleza que me permite escucharme.
—¿Fumás de tu cosecha?
—En estos momentos no tengo plantas. Tuve pero no quiero correr el riesgo de que me denuncien por plantar y tener una causa, pero con la ley que van a impulsar de la industria del cannabis voy a reflotar un proyecto que tengo hace tiempo.
—¿De qué se trata?
—Hace 8 años probé una marihuana especial de la planta de un amigo. Estoy hablando de un cannabis sabroso. Así que le propuse hacer un blend con esa flor. El nombre ya está registrado como Cannabis Shamánica. Por ahora está en un limbo, como el humo mismo, pero es una idea que, en algún momento, se va a materializar.
Juan Tauil es un generador de ideas que aprendió a esperar para concretarlas. Así como cruzaba la plaza Mitre en su adolescencia sin mirar para atrás maneja sus proyectos y los convierte, los vuelve arte, como todo lo que pasa por su mente.
Foto por Cecilia Estalles