Un Fanzine 420 Recorre las Mejores Películas Fumonas del Universo: Conocé Mondo Porro, de Hernán Panessi y Gonza Varas

ElPlanteo.com y High Times te adelantan algunos fragmentos del nuevo fanzine Mondo Porro: Guía elemental de cine 420, una antología de textos cinéfilos y fumones.
Mondo Porro

Nota por Hernán Panessi publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.

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En exclusiva para El Planteo y High Times, el periodista Hernán Panessi adelanta algunos fragmentos de su nuevo (y primer) fanzine Mondo Porro: Guía elemental de cine 420, una antología de textos cinéfilos y fumones, editado por el sello mendocino Mabel Editorial.

Por su parte, Mondo Porro cuenta con ilustraciones del artista Gonza Varas, un habitual colaborador de #Planteorama, el menú weekend ilustrado de El Planteo, y autor de fanzines populares como Hey ho let’s draw, Basta Chicos y Cuaderno de actividades y para colorear de Pity Álvarez.

Asimismo, Mondo Porro cuenta con un prólogo del famosísimo cineasta Ariel Winograd, conocido por sus películas Permitidos, El Robo del Siglo, Cara de Queso: Mi primer ghetto, entre otras.

A continuación, reproducimos las palabras de Winograd en la introducción:

Roto pero feliz

Hernán puede hablar de porro, de porno, de cine y de música. Y cuando escribe lo hace desde el corazón. Porque cuenta en primera persona. Y si algo le parece una verga, lo dice. Y si no, también lo dice. En este mundo donde todo se pone en tela de juicio, Hernán representa la autosuficiencia.

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Es un culo inquieto: siempre está en movimiento, siempre está en alguna. Y cuando creés que no está haciendo nada, seguro está pensando en qué otra cosa va a hacer. Que tenga su propio fanzine impreso habla del pasado y, también, habla del presente. Donde todo es digital, el guacho se manda con lo impreso.

mondo porro

Hernán es un coleccionista, es punk rock en estado más puro. Es como ese vómito adolescente de los ’90. Me hace acordar a cuando iba a los recitales de Buenos Aires Hardcore y terminaba a las 9 de la mañana. Esas noches en las que, después de tomar tres petacas, me echaba un pato en la calle y ahí nos íbamos con mis amigos a comer algo para desayunar. Me recuerda a esa sensación de estómago vacío: de estar todo roto, pero feliz.

Pensar en Hernán me lleva a esas caminatas que hacíamos a los 17 años por el Parque Rivadavia sabiendo que tenías 17 pesos (o 17 dólares) y que esa tarde sí te ibas a animar a comprar el CD de The Exploited. Hernán hace una revisión de los ’90, entiende el consumo irónico cultural como muy pocas personas. Hernán es como ese CD de Flema que viene grabado el mismo tema dos veces y que igual lo escuchás.

Los últimos románticos

Como asegura Winograd en su texto iniciático, Mondo Porro entroniza la idea romántica de ir a contrapelo del cosmos digital: se trata de un ¡¡¡fanzine impreso!!!, un formato que representa la última resistencia artesanal contra la avanzada algorítmica.

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El fanzine, símbolo de resistencia cultural, es –justamente- una oportunidad para hablar de “otros temas” en “otros formatos”.

Aquí, debajo, a modo de adelanto exclusivo, una selección arbitraria de dos textos de Mondo Porro:

Los Visionadores

Hay pitadas a porros, sartenazos de coca e inyecciones de heroína. Hay gritos desesperados, puteadas inflamadas y sexo afiebrado. Hay un dúo adicto a las películas argentinas “directo a video”. Hay, en rigor, una historia que comienza en un Blockbuster, pero que ya había empezado hace tiempo.

Los VIsionadores mondo porro

Los Visionadores narra la fábula de Fede (Rotstein) y Santi (Calori), dos jóvenes aturdidos que caen rendidos ante los sinuosos encantos del cine desconcertante. Acá, Fede y Santi mantienen una relación alimentada a rayos catódicos, policiales de baja estofa, lecciones de moralina y una catarata color rojo, que pretendía ser Technicolor, pero que era apenas un rojo VHS nacional.

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En ese sentido, Los Visionadores se ensancha como una reflexión pop, como un mash-up que copia, combina, pide prestado, roba, deforma y transforma a un tendal de films en VHS para crear un producto nuevo y original.

Y en el pico de su pedo, la Rannix, ese vórtice cinéfilo en el que Rodolfo Ranni (con bigote, sin bigote, desnudo o displicente) se yergue como una especie de Dios. La época de oro del videoclub, esa que mezcla nostalgia llorona con formación omnívora, encuentra en esta aventura de Néstor Frenkel a su mejor tributo.

Shin Ultraman

Hace tiempo que los japoneses están tratando de explicarnos que los kaijūs no son monstruos, sino que son, justamente, kaijūs: unos dispositivos arquetípicos que responden a su propia lógica. Que son monstruos, sí; que son bestias enormes, también; pero que representan a antiguas leyendas y que tienen a Godzilla como su principal referente.

Ultraman mondo porro

En esa línea, Tsuburaya Productions viene machacando en el asunto desde los ‘60 con Ultraman, uno de los personajes más emblemáticos de la cultura nipona. Un proyecto que, cada tanto, se resetea y que ahora encontró en Shinji Higuchi e Hideaki Anno, dos de los más legendarios miembros de Gainax (la productora detrás de Neon Genesis Evangelion), la entronización del talento indicado.

Y el link no es gratuito porque Shin Ultraman, en su cosecha centennial, recoge el guante de los kaijūs míticos (de hecho, los primeros minutos son un desfile de referencias pop) y comprime un pulso más que curioso: podría pasar por live-action revirado del anime Evangelion.

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En la historia, un alienígena aterriza en la Tierra persiguiendo a un bicho deforme. Por una serie de cuestiones, el alienígena toma el cuerpo de un humano y se convierte en una suerte de patrón de nuestra especie.

Con un ritmo alucinante y un guion que plantea mil preguntas –nadie debería quedarse con lo superficial de ver a gigantes tipo “Intergalactic” de Beastie Boys y nada más-, Shin Ultraman se coloca derechito entre lo más desprejuiciado e inteligente de los últimos tiempos.

La versión impresa de Mondo Porro: Guía elemental de cine 420 se consigue acá.

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