Nota por Lola Sasturain publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.
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Adicta es referente indiscutido de la generación dorada que, allá a principios del milenio, puso al electropop argentino en el mapa, del under hacia el mainstream. Y tal vez el exponente más oscuro, melancólico, misterioso y cargado de mística.
En 2022, el grupo trabaja en nuevo disco, anuncia un show muy especial para fines de mayo y se hace cargo a a la vez su lugar de mito y su condición de entidad viva en permanente mutación.
Y es Rudie Martínez, tecladista, synthman, productor, programador y la mitad del históricamente reconocido como dúo, quién dirige la orquesta y marca el rumbo. Luego del fallecimiento de Ciudadano Toto en 2015, letrista y voz principal, sus canciones siguen siendo honradas en nuevas voces y nuevas versiones, y se mezclan con canciones nuevas concebidas dentro de un renovado espíritu abierto y colaborativo.
Rudie Martínez junto a Adicta
La banda funciona hoy como colectivo: “Que venga el que tiene ganas de venir”, dice Rudie. Y rescata que, en mayor o menor medida, siempre fue así: según el momento, Adicta tuvo entre dos y diez integrantes. Hoy, la voz principal la encarna Maia Tarcic. “Una gran amiga que está muy entusiasmada y aporta mucho de su energía”, describe, contento, el productor.
El show de mayo revisitará viejos himnos y también canciones que hasta el momento sólo fueron tocadas en vivo: no del todo nuevas pero sí inéditas. Tarcic estará a cargo de la voz en el concierto y también en el nuevo álbum, que espera ver la luz antes de fin de año.
“Que venga el que tiene ganas de venir”
El nuevo álbum lleva ya dos años en proceso. Según los cálculos de Rudie, el primer single será lanzado cerca de la primavera. Va a ser el primer larga duración de la banda (que sí sacó singles y álbumes de remixes) sin Toto.
Adicta tuvo su período de mayor actividad durante la década del 2000 y mantuvo apariciones esporádicas durante la década pasada. En esta nueva etapa, los integrantes fijos de Adicta son Rudie y Maia; pero no son lxs únicos.
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“Rescato ese espíritu de colectivo de bandas consagradas como, por ejemplo, Massive Attack. Pero hay muchas bandas así. Son principalmente bandas de productores y yo me considero de esa línea. Siempre me consideré un productor que compone. Y si bien la banda mutó por algo particular, después siguió mutando por motus propio”, explica el músico, quien no se siente un solista para nada.
El álbum todavía no tiene un nombre definido. Sobre a qué sonarán estas nuevas canciones, Martínez arriesga: “Un sonido electro muy seco, muy synthwave aggiornado. Algo que nunca dejamos pero ahora se potenció al no tener guitarras ni bajos. Es electrónico casi puro si no fuera porque tenemos baterista. Un poco retro, un poco música disco, un sonido setentoso que me gusta muchísimo, respeto y admiro”.
Y sigue: “El otro día escuchábamos las maquetas y decíamos ‘creo que lo logramos, recuperamos ese sonido’, ese techno primitivo que todavía tenía instrumentistas como batero o bajista”.
“No cometamos más el error de juzgar al más joven”
Fiel a su espíritu de director de colectivo, Rudie es profesor de producción musical y de ensamble en una escuela de música, lo cual lo hace estar en permanente contacto con músiques muy jóvenes.
Y a él, que fue artífice de “lo moderno” y “lo incomprendido” veinte años atrás, lo que escuchan y hacen le encanta. Cita a la música urbana, el pop e incluso el rock que hacen las nuevas generaciones.
Rudie en el escenario con Adicta
“Hay cosas espectaculares”, afirma. “Hay gente que tiene mucho prejuicio. Es un espanto eso, pero te digo: hay bandas de los noventas que deberían aprender de estos chicos. Cantan increíble, producen increíble, suenan increíble, tienen una auto difusión espectacular, no necesitan sellos discográficos ni lamerle el orto a nadie… aprendan a respetar”.
Rudie mira al pasado con cariño y humor y al futuro con esperanza y fascinación. Admira a las nuevas estrellas de la música: “El Tiny Desk de Nicki Nicole es una obra maestra, Lil Killah hace una fusión entre el folklore, el hip hop y el trap… préstenle atención a cómo producen, cómo tocan, lxs músicxs que tienen, los videos que hacen. Es arte. Cuando salimos nosotros decían ‘¿Qué son estos, disfrazados y gays’ y éramos disfrazados y gays, así que estaba buenísimo, por fin alguien entendió [ríe]. No comentamos más el error de juzgar al más joven. Este país no va a crecer nunca así, anclado en el pasado. Yo no adhiero a nadie que esté orgulloso de ser un viejo choto”.
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En esa capacidad de ofender a los que vinieron antes, la generación del trap y Adicta se parecen. “Me gusta la rebelión, me gusta ser un poco subversivo en la música y que la gente que estuvo antes esté incómoda. Esa es una pulsión rockera, aunque la gente diga que esto ya no es rock”, dice.
“No estás haciendo música para dos generaciones, la estás haciendo para tu generación, y lo que digan los demás no importa. Y no estoy dando ningún consejo: no lo necesitan, están haciendo la música que disfrutan y que es una patada en los huevos para mucha gente y eso está muy bien”.
Y lo más gracioso es que, siendo en su mayoría chicxs recién salidos del secundario, son pocos lxs alumnos de Rudie que alguna vez escucharon Adicta. “El 90% no. Y está muy bien eso, no tienen porqué saber el currículum del profe”, dice el músico.
“Creo que cada uno tiene su droga”
Siempre se relacionó con la noche y el reviente a la poética de Adicta (los nombres no vienen solos) y a su sonido herencia de los ochenta. Y Audioperú, el proyecto con el que Martínez se hizo conocido en los ‘90 y que por años coexistió con Adicta, lo presentó en su momento como uno de los primeros íconos ravers argentinos.
“Mi filosofía es la libertad absoluta. Desde el porro hasta la eutanasia”, asegura el productor, que si bien ya no está en su punto álgido de fiesta y consumos, los vivió de adentro.
Rudie no fuma -aunque se considera “absolutamente pro cannabis”- porque la faceta control freak le juega en contra: “Soy tan acelerado que ya estoy desde el principio pensando en cuándo se me va acabar el efecto. Pero esta es una casa cannábica”, cuenta, y afirma que tanto su marido como el 99.9% de sus amigos fuman marihuana. “Esta es una casa freestyle, digamos. El que tiene ganas hace lo que se le canta”.
“Yo creo que cada uno tiene su droga. Yo con el porro lo intenté y lo intenté varias veces pero mi mente resolvió que está mejor así”. Rudie se despierta antes de que suene el despertador, trabaja entre 10 y 12 horas por día y cuando llega a la casa se fija qué queda por hacer: la confusión inducida por el cannabis no lo ayuda para nada.
Rudie Martínez, Adicta
Para él, las drogas son una cuestión personal, que puede tener mucho potencial y que incluso son muy importantes a la hora de hablar de la historia de la música y del arte en general: “Yo a veces a mis alumnos les hablo de drogas. Imaginate que enseño música electrónica, a veces hablamos del origen de ciertas cosas y hay que hablar del éxtasis, por ejemplo”, ejemplifica.
“Antes de los 30 era más careta que la fotosíntesis”
Rudie dio sus primeros pasos en la rave en el año 93, haciendo música electrónica y pinchando. Luego llegó Audioperú. “Sabrás que es mi fuerte”, dice, consultado sobre la rave. “Me encanta. Ya no voy tanto porque creo que fui a demasiadas. Muchos años de tocar en Niceto todos los viernes, ya no lo puedo hacer más”, se ríe.
Rudie no se metió ninguna pastilla en la que fue la primera explosión del éxtasis en Buenos Aires, porque en ese entonces era, en sus palabras, “más careta que la fotosíntesis”. Recién probó las drogas sintéticas a los 30 años, más precisamente el día de año nuevo del 2000. Sus amigos le dijeron “listo, ya basta” y le dieron de todo: “Obviamente estuve como dos días de fiesta y me encantó”, se acuerda.
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Llegar a esa edad virgen de pastillas era toda una rareza dada la escena a la que pertenecía. El músico cuenta que pasó casi toda la década tocando en las enormes y ya legendarias fiestas de Parque Sarmiento a tracción agua mineral, sanguchitos y alfajores.
“Terminaba a las 6 de la mañana, me iba a mi casa, me hacía un café con leche, me comía unas medialunas y me iba a dormir. Ni conectado con todo eso”, recuerda.
“Cuando saqué Peruvian, el disco de Audioperú de 1998, un periodista me preguntó si había tomado éxtasis alguna vez y cuando le dije que ‘no’ me mandó a tomar”, recuerda entre risas. “Y tardé como dos años más, pero cuando arranqué no paré: estuve del 2000 al 2003 poniéndomela jodido. Después ya paré otra vez”.
La última vez que tomó algo por el estilo fue el fin de semana anterior a la cuarentena obligatoria: fue al baño, unas personas le pidieron una foto y luego le convidaron un poquito de MD. Y la pasó bárbaro. “Pero ya no es habitual en mí. Tengo 53 años; no soy careta para nada pero ya tengo una vida muy ocupada y no puedo estar del orto”.
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Pero la experiencia con los sintéticos y la fiesta, asegura, sí que le cambió la vida para bien. Aunque le resulte un estilo de vida sostenible en el tiempo: “Con esto de ser muy acelerado, muy ansioso y muy analítico, me relajaba tanto que llegaba a pensar ‘la vida puede ser de otra manera, mirá, está bueno’. No dejaba de ser un pesado, pero pensaba ‘a la gente le chupa todo un huevo, ojalá pudiera ser así’ y por un tiempo lo intenté”.
“Vengan a la fiesta sin globos”
Comenzaron como incomprendidos. Luego contribuyeron a instalar el electropop oscuro, la melancolía y el culto a los ochentas, siempre desde los márgenes. Hoy, nuevamente, la canción pop rock electrónica que hacen ya no está de moda.
¿Y cómo hace Adicta para seguir siendo clásico, retro y moderno a la vez? Dice Rudie: “Las modas y los sonidos fluctúan y yo no veo ningún problema en eso. Estoy un poco harto del triunfalismo argentino, que si te va bien sos genial y si te va mal sos una mierda. La verdad que eso no es así, estamos nosotros para demostrarlo. La gente cree que nos va mal pero en su mente, porque a nosotros nos va genial. ¿No desbordamos lugares grandes, no estamos llenos de dinero? Esa será su visión del éxito. A la gente que piensa eso le digo ‘hacete un par de discos clásicos como los nuestros y después hablamos’. ¿Qué banda se sostiene sin haber sonado nunca en la radio, sin haber salido casi en la tele, sin tener una multinacional detrás, sin haber tocado en ningún festival, y que encima un disco de hace 22 años siga vendiéndose en una reedición?”.
El disco del que habla es Shh!, su primer álbum, relanzado por Beach House. Mientras tanto, pronto le tocará el turno a Miedo, el que les hizo asomar la cabeza a la gran rotación con hits como “Tu Mal”; “Así que a mí no me importa lo que hayan hecho otras bandas, y no me importa dónde vaya a estar parado mañana. Estoy vivo, haciendo nuevo material, muy ocupado, tengo amor, amigos y un gin tonic”, sigue Martínez, contento.
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E invita: “Vengan a la fiesta sin globos”. La cita es el 28 de mayo, horario trasnoche, en La Tangente. “Post doce de la noche. Volvemos al espíritu under porteño. Era necesario, ¿no? Estábamos todos un poco antirock”, celebra.
“Va a haber varios amigos invitados que no quiero adelantar quiénes porque es una sorpresa. Pero estamos armando un muy lindo show. Adicta cada tanto aprieta un botón de reboot pero las canciones siguen intactas. Y, bueno, viva la música”.
Fotos por De Leon