Nota por Lola Sasturain publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.
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Dick el Demasiado, uno de los más locos y particulares hijos adoptivos de estas tierras, está de vuelta en Argentina para brindar un show en La Tangente y presentar en el BAFICI su último largometraje If Yes, Ok.
Dick Verdult, holandés de nacimiento y ciudadano del mundo, es músico, cineasta, artista visual y escritor. Al fin y al cabo, un agitador cultural. Y un provocador. Hoy, Dick es principalmente conocido por su cumbia lunática, su propia marca personal de cumbia experimental psicodélica.
La última vez que Dick el Demasiado se presentó en vivo en Argentina fue en 2019. Dick ama este país: por el trabajo de su padre, vivió parte de su infancia en Buenos Aires.
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Promete que el de La Tangente será un show con poco y nada de letras: sólo charla entre las canciones y algún que otro “poema feo”, en sus palabras.
¿A que se refiere con “feos”? “A que el holandés es un idioma bastante pobre en comparación con el castellano, y cuando un holandés rima siempre rima con la última parte de cada frase. Por ejemplo: ‘Estoy solo en la estación, para mi fue la solución’. Entonces yo traduzco lo mismo al español. Es antiliterario pero funciona y es fácil de hacer”, ríe.
En el show lo acompañará el conjunto argentino Del Caos y la fiesta Guateke Sounds, con Don Plock y Dj Pinchado en las bandejas.
Dick guarda una relación muy próxima con su público argentino: siempre se queda conversando después de los shows, se saca fotos, quiere conocerlos. También se escribe con ellxs constantemente. “A mí, cuando se enganchan, sinceramente me conmueve”, cuenta. “Porque yo nunca quise ser músico, a mi me sucedió nomás. Entonces ves que de repente es importante para la gente y eso conmueve”.
Músico por accidente y festivales imaginarios
En total, Dick lanzó 5 discos que exploran la interacción entre la cumbia, la electrónica y la psicodelia. Siempre conocido por sus letras entre absurdas y mordaces, hoy prefiere la música instrumental: “Me gusta fusionarme con el público, y cuando cantás letras sos más como un artista que está trasmitiendo sus problemitas y cómo se siente él. Cuando toco como estoy tocando ahora, yo simplemente arranco y que todo siga, nomás”.
¿Cómo llegó a convertirse en un músico? Como era de esperar, es una historia atípica y muy interesante. Corría el año 99 y Dick pertenecía a un grupo de artistas con el que habían ganado mucho dinero gracias a un proyecto. Con esas ganancias compró boletos de avión para las doce personas del equipo: el destino era Honduras y el objetivo era ver cómo vivían allí a un año del huracán Mitch que devastó el país.
“Queríamos aprender de esa genialidad, cómo reparar las cosas, cómo restablecerse después de algo así”, recuerda.
La experiencia resultó en un material precioso, y Dick se preguntó cómo podría compartirlo con el mundo sin crear un producto, ni un documental ni una exposición. Entonces creó una plataforma online de un supuesto festival de música totalmente inventado, con bandas y artistas inventados. Hasta el género parecía inventado en su momento: cumbia experimental. Cada artista tenía su web y en esas páginas colgaba el material de lo que habían visto en Honduras.
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Entonces, ¿por qué no encarnar una de estas bandas ficticias? Ese fue el disparador para la creación de Dick el Demasiado, el músico. Se lanzó a hacer su idea cumbia experimental y ahí salió el primer disco, No nos dejamos afeitar. Una pandilla de argentinos en Barcelona lo escuchó y le dio la bendición.
Sinceridad cumbiera hecha en Holanda
La elección de la cumbia se remonta a su infancia. En los años que vivió en Argentina, la cumbia era la música que escuchaba la empleada doméstica en su casa.
“A ella le tenía enorme cariño y había una gran diferencia entre el mundo de la empleada que escuchaba cumbia y el de la gente de dinero que escuchaban el Club del Clan e imitaciones de Elvis. Yo le veía la sinceridad a la cumbia”, recuerda, remontándose muchas décadas atrás.
“Nunca se fue de mí. Es bien bonito eso”.
Ahora, la cumbia está de moda también en Europa, lo cual le trajo un nuevo público joven que agradece mucho. Pero el artista destaca que “le trajo muchas amistades y también muchos chupamedias. Mucha gente de pueblo y mucha gente cheta”.
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“Allá por 2003 entraba a foros de música electrónica de Buenos Aires y veía que hablaban mal de mí y de la cumbia. Luego descubría a esos mismos tipos haciendo cumbia dos años después. Hubo una apertura bien bonita pero también una apertura que trataba de exprimir el jugo para llenarse el vaso nomás”.
Por esos años, al inicio de su carrera musical, se dio cuenta que era imposible encontrar MP3s de cumbias viejas o de cumbia colombiana. Todo era cumbia villera. Y le encantaron Damas gratis, Meta Guacha, Pibes Chorros y “todo eso”, enumera.
“Así me fui profundizando y vi una entrevista que era buenísima de Pablito Lescano cuando todavía era joven. Explicaba cómo hacía la música, era bien bonito. A mí me gustan los músicos que saben explicar cómo la herramienta te lleva a hacer la música que hacés, y él sabía explicar eso”.
Lo que le encanta de la cumbia villera es su sonido alegre y bailable, en aparente contradicción con el contexto en el que es producida. “En el sonido del rap está el enojo, en el sonido de la cumbia, no. Si vos pasas cumbia villera en un kindergarten de Estocolmo, las madres van a bailar con los niños”.
Amor por las limitaciones
Hablando de herramientas, Dick necesita variarlas para llegar a resultados diferentes. Ahora está encantado con un aparato lleno de botones que imita el concepto de las de las computadoras de fines de los ‘80. Con este aparato se presentará el sábado.
La lógica del aparato se remonta a las primeras sampleras, que tenían muy poca memoria y sólo podían tomar samples mínimos. Una naturaleza experimental que se intentaba usar para hacer pop. “Con ese pensamiento de los pequeñísimos sonidos te hacías canciones. Y era tan difícil hacer una canción normal, pero igual la gente intentaba hacer una canción de ABBA con eso”, se ríe.
La voz le gusta usarla como un instrumento más que para cantar. “No como música de vanguardia sino como un trance, como algo medicinal. Yo lo llamo celulitis popular”.
Celulitis Popular es, también, el nombre de su último LP. El concepto celulitis evidentemente lo convoca: también tiene un álbum compilatorio llamado Celulitis Iluminati editado en vinilo en 2020 por un sello alemán.
Otra cosa que le encanta de su nuevo aparato, además de sus limitaciones, es que le permite hacer música solo mientras viaja. “Siempre cuando vengo hago una canción a la espera del avión, El reto era hacer una canción en la noche esa siempre, y tocarla”, cuenta. Este show no será la excepción.
Anti Amelie
Este viernes 22 de abril Dick presentó en Buenos Aires su sexta y última película, If Yes, Ok. Lo entusiasma porque sus películas siempre fueron bien recibidas en el BAFICI.
Dick escribe y dirige. Los diálogos los escriben junto a su esposa.
“Dicen que es una comedia pero yo pienso que es como una fuerza centrífuga: se mueve y se mueve y te puede tirar para afuera. Te tenés que agarrar para seguir la película, es como estar en una atracción de kermesse”, advierte Dick.
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La película trata sobre el último capricho de una quinceañera mimada hija de padres millonarios: convertir las notas y reflexiones que toma sobre su vida en representaciones de teatro kabuki en la cochera de la casa, con actores y directores contratados.
“Este capricho lentamente se vuelve un Frankenstein que cada vez exige más y cada vez es más ácido, hasta finalmente canibalizar la familia”, sigue Dick. Un horror simbólico sin violencia en el sentido literal de la palabra.
“Yo la defino como una película anti Amelie”, sentencia con genialidad.
“El encanto de Amelie era todo de color de rosa, romance y zona de confort. Una hamaca que te duerme. Eso a la gente le encantó, pidiendo ‘dame un poco más’ mientras la paseaban de la manito por la película. Esto es todo lo contrario. También trata de una niña, pero no te lleva de la mano ni es romántica, es dura y fría y con su carácter bizarro”.
La película, por supuesto, tiene música de Dick el Demasiado, en una versión de sí misma más misteriosa y críptica. “No entendés qué tipo de música es y eso es bien bonito, le pone mucha atmósfera a la película”, sigue el director, y explica que la música que compuso funciona más como contrapunto que como música incidental. “Hace que te tragues la película más fácil pero se va en otra dirección que el contenido”.
El artista destaca orgulloso las palabras sobre If Yes, Ok del escritor colombiano Juan Cárdenas, alguien a quien admira mucho. “Un fuego canibalista. Dijo que yo había puesto toda la carne al asador, hecho un asado y en el humo se olían los cadáveres del cine de siglo veinte”, cita y se le vuela una sonrisa.
Tocarle las bolas al león
Pero los tiempos cambiaron mucho, y hoy no es tan simple ser un hombre blanco y europeo haciendo cumbia y cantando versos como “Si sos blanco y alegre, besá mi chanchito de a oro/ Si sos negro, oscuro, macabro, deseá mi Mercedes”. ¿Cómo le pega esta era a un artista tan irreverente e incorrecto como Dick el Demasiado?
“Son tiempos difíciles, claro. Pero a mí me da igual. Segundo, considero que yo estuve siempre en una vena sincera, intenté eso y habré cometido errores y seguiré cometiendo errores. Y tercero, me encanta la confrontación. Si el otro tiene razón o me hiere, acepto, es un aprendizaje también. Yo me equivoco, pero si haces poesía, uno dispara la bala antes de mirar casi siempre”.
Holanda está bajo la fiebre de la corrección política, dice, lo cual tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Pero en lo que respecta a hacer cumbia y el contenido de sus canciones, está contento porque los argentinos y latinoamericanos nunca dudaron de su sinceridad.
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“En Argentina vieron que yo tocaba un nervio verdadero. La gente no tuvo problemas en reconocer que efectivamente yo estoy con esto ya desde el 2000”. La clave, supone, es no tratar de apropiarse. “Te digo sinceramente, lo que yo hago no es cumbia. Yo lo llamé cumbia lunática, lo llamé cumbia experimental, pero el pensamiento es que me gusta la cumbia, no tratar de imitarla”.
Con respeto y jugando para el lado del bien, a Dick siempre se le dio fácil incomodar. Y cuenta que en su nueva película hay una línea argumental que toca estas cuestiones, la de un chofer que dice ser vietnamita y no lo es. “Pongo el dedo en un nervio del cliché y luego lo llevo a otro lado. Es como tocarle las bolas al león y después acariciarlo un poco”.
Una veintena de porros
Llama la atención que, con su cumbia delirante y siendo holandés, Dick no sea un gran consumidor de cannabis. Aproxima: debe haberse fumado máximo veinte porros en toda su vida.
“La gente en Argentina siempre, siempre ha pensado que fumo. Todos pensaban que yo estaba súper duro, que había tomado demasiado o que se yo. Se fantaseaba que yo venía del país de las drogas y que yo sí estaba en modo turbo. Pero yo no tomo nada”.
Esos veinte porros, reconoce, se los debe haber fumado todos entre sus 20 y 25 años. Le gustaban los submarinos: le equivalente a un bong hecho con un cilindro de papel higiénico.
Le cuesta opinar sobre la cultura coffee shop porque es algo perfectamente cotidiano para él hace décadas. Por ese lado vienen sus reflexiones sobre el consumo de marihuana en su país. Fumar porro no es una personalidad para los holandeses.
“No hay ningún tabú con la marihuana en Holanda y tampoco es como ‘uy, tengo una revista porno’ cuando nadie tiene una. No sos Robin Hood o algo así. Y no, no sos Manu Chao en Holanda si fumas un porro”, bromea. “Lo hacen cuando verdaderamente lo quieren y no como parte de una vestimenta. No es religión ni rebeldía”.
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Sí le causan gracia, como a la mayoría de los locales, los extranjeros sobreexcitados por fumar porro y conseguir drogas. Y en muchos casos no están listos: “Caen en la trampa de estar en lugar ajeno y súper fumados”, dice, y destaca que la marihuana holandesa es fuertísima porque hay carreras en la facultad de agronomía volcadas especialmente a eso. “Causan accidentes, y muchas veces los veo muy perdidos”, cuenta.
Lo que le agradece a la cultura marihuanera es, principalmente, la admiración por Jamaica. Dick es un gran fanático del dub. Lo suyo, dice, es fumar por los oídos.
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