Nota por Hernán Panessi publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español. Síguenos en Instagram (@El.Planteo) y Twitter (@ElPlanteo).
Tempo rápido, kicks fuertes, estética cruda -rota, real- y espíritu 100% viral. Algunos piensan que es música, otros que se trata de memes. Cruzarse en la web con algún tema de Chebrolet produce lo mismo que ver un choque de costado: uno puede sorprenderse, asustarse, tensar sus pelos, sentir una especie de fascinación por la colisión e, incluso, temerle a la muerte pero, al mismo tiempo, no puede dejar de mirar con atención.
Lo que hace Agustín Cabrera, alias Chebrolet (así, con be larga, en homenaje, obviamente, a la popular marca de vehículos norteamericana Chevrolet), es hardbass o, como se teoriza desde Internet, “la cumbia villera de los rusos”.
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Arrancó en el hardbass (música que entroniza el estereotipo del gópnik, la “subcultura delincuente” de Rusia y de las ex naciones soviéticas) en la primavera de 2021 cuando descubrió el género y flasheó. En su momento, el hardstyle de Skrillex le había quedado rebotando en la cabeza y siempre había querido hacer canciones sobre bases “así”.
“Cuando conocí el hardbass era exactamente eso, pero mil veces mejor de lo que hubiera imaginado. Me pareció que había que hacerlo ‘en argentino’, así que me bajé unos instrumentales y empecé a probar cosas. De esos primeros experimentos salieron los temas ‘Renault 12’, ‘Secta’ y ‘Rastacuero’”, cuenta a El Planteo el joven Chebrolet.
Devoción a los coches
En su repertorio, un tendal de “hard-canciones” –así le dice y, la verdad, está bien- hay referencias constantes a la cultura tuerca, a los amantes de los autos y a esa cuestión casi religiosa que vive en su adoración.
“Hay una cosa medio ancestral, que pareciera que viene de la relación del hombre con el caballo. El hardbass y los autos van juntos y si le iba a cantar a un auto, iba a ser al 12 porque no tengo idea de lo que es un Lamborghini”, explica a contrapelo del trap ostentoso, de los vehículos caros, el bling bling, el joseo y el sexo vip.
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En la cosmogonía automotora argentina, el Renault 12, su principal fetiche, es un auto bien valorado por su relación precio-calidad. “No se lo valora por ser fachero, esa es su gracia, lo que lo convierte en el auto más representativo de la cultura de los fierros en su versión tercermundista”.
Un vivo performático
Por caso, este artista internetero (fan de Messi, como todo humano de bien) saltó a los escenarios y ya convoca a una pequeña legión de fanáticos que recoge el guante del pogo y el descontrol.
En sus shows, se erige un setup básico (computadora, micrófono y midi) y, allí, se le va la lengua, se pone performático. Conceptual.
“La gente se ríe y grita cosas, acotan y yo les respondo. Es muy divertido. Todo eso le da un contexto a las canciones. Además, tocar con pistas es medio un embole. La música está fija, entonces todo el speech que yo tiro es improvisado, tengo mis yeites pero nunca sé bien qué voy a decir y eso le da todo el vértigo que no tiene el asunto de las pistas”.
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Entre tema y tema, los shows en vivo de Chebrolet se constituyen como una performance, en la que habla como si fuese un político o como un académico dando una conferencia.
“El otro día toqué un domingo a la tarde. Se proyectaban dos películas y yo toqué en el intermedio. Ese día metí mucha perfo, pero ahora me invitaron a tocar en una joda de reggaetón a las 3 de la mañana y no sé si voy a hablar tanto. Capaz que sí, pero de otra forma. No tengo idea, ya veremos”.
Chebrolet: viral y artesanal
Nacido y criado en Ayacucho, en la Provincia de Buenos Aires, Chebrolet-el-que-canta tiene también algunos otros proyectos paralelos –El Gusano, Murió Campera, El Pocito Rocanrol- y está intentando dedicarse full time a la música.
Sin embargo, Chebrolet es el proyecto que más viene destacándose e inflándose de likes y reproducciones. Ahí le está metiendo cabeza, jugando con instrumentales, dándole a los softwares y a la creatividad.
“Sé poco y nada de síntesis, pienso en términos de instrumentación. Entonces agarro varios sonidos y los voy superponiendo y amasando hasta que logro lo que quiero. No soy productor de electrónica ni beatmaker, entonces me las ingenio con lo que sé. Por ejemplo, el otro día quería un bombo medio filtrado y en vez de buscar el sample, soplé un micrófono y con eso hice el bombo. Lo de atar las cosas con alambre es algo que me supera un poco, es un defecto que trato de hacer pasar por virtud”, revuelve Cabrera.
Renault 12, alto auto
Entre sus videos más populares están el de “Renault 12” y el de “Renault 12 Juega a la Pelota”, animado por Dylan Gálvez. “Un capo”, dice Chebrolet.
Además, Chebrolet maneja una línea de videos, digamos, live-action en los que está de protagonista. “Me daba mucho vértigo pero ahora le estoy agarrando la mano y quiero hacer diez mil videos”, dice.
Y sigue: “Me divierte mucho porque no tengo ni idea, es todo nuevo. De repente tengo que armar un plan de rodaje o ponerme a editar. Ahora estoy laburando con un amigo de allá de mi pueblo, que me está ayudando con la cámara. En realidad filmamos con un celular, pero no es la flecha, es el indio”.
El hardbass es irresistible
En breve, Chebrolet publicará otro tema –sí, otro más- sobre el Renault 12, su objeto de fascinación absoluta. Y vendrá acompañado con un video animado por Gálvez. Asimismo, se está cocinando un remix de “Renault 12” con un artista del RKT. “Me hace mucha ilusión porque yo soy re cumbiero”, se explaya el artista criado a Meta Guacha, vino en cartón y sánguches de fiambre.
Y, acá, lo más bomba: está terminando de grabar un álbum que saldrá en algunas semanas con las canciones que ya están girando y algunas más: “Fiat 147”, “Gol 1998”, “Quiniela” y “Cuenta DNI”. Parece joda y felizmente es real.
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“El hardbass es un género totalmente irresistible y además trae esa cosa crota y tercermundista que es lo que lo regala para que se pueda hacer la versión criolla. Yo creo que a los argentinos no nos termina de cerrar la movida esa medio MTV de andar viendo cómo viven los millonarios. Podemos mandar esa un rato, pero no nos alcanza. Al final del día, necesitamos ver a un tipo tomando Fernet en una botella cortada. Nos gusta lo atado con alambre”, asoma.
Y cierra: “Es idealismo versus realismo: de un lado tenés una poesía idealista-aspiracional, que construye el ideal de belleza perfecto al que aspira, y del otro lado tenés a la respuesta cínica, que le canta a lo que tiene entre las manos, un poco porque no le queda otra pero también porque decide hacer de eso una elección de vida, se jacta de eso y lo festeja”.
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