Nota por Hernán Panessi publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.
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Fulgor lejano, caos post-adolescente y noches en vela. Dicen que el insomnio ocurre por falta de sueño, pero también por exceso de obsesiones. Y fue la casualidad, el destino o una coincidencia lo que hizo que Andrés Capasso, alias Noduermo, alias Inzomnia, alias Andy, cambiara su vida para siempre. “Todo parece que se dio en el momento exacto”, dice.
Cineasta y director creativo de la RIP Gang, la crew de Dillom, Muerejoven, Saramalacara y otros deformes, marcianos y geniales artistas de la new wave del trap doméstico, Capasso pasó por tribulaciones, se tiró a una pileta llena de oscuridades y, aunque parezca un cliché remanido, alzó la cabeza y vio que, ahí, donde estaba mirando, había mugre pero también oro.
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“Las cosas que hago hablan de mí”, reconoce el realizador de los más populares videoclips de la RIP Gang y uno de los encargados de trazar una línea narrativa que comprime el ZEF Side, la televisión y la música de los 2000, los rednecks criollos, South Park y Adult Swim y que, en su ancho nervio, devuelve un artefacto irónico, chicloso y alucinante.
Gestación y capítulo 0: Mis modelos de conducta
Nacido en el año 1995 en Morón, en el oeste del Gran Buenos Aires, Andrés vivió en Villa Tesei hasta los 12 años cuando, por cuestiones laborales, su familia emigró a la provincia de Misiones.
“Tuvo momentazos”, reconoce Andrés, que oscila entre el “pueblo chico, infierno grande”, una niñez libre de compromisos, las vibras de una película norteamericana y un tono asfixiante. “Fui callando lo artístico hasta que tuve internet y ahí encontré un mundo más lejano de lo que imaginaba. Fue el momento en el que dejé de hacer siempre lo mismo”.
Junto a su madre, su padre y su hermana vivió en Concepción de las Sierras, un pequeño pueblo al sur de la provincia. Allí, como en las fábulas de El Zorro, una lista que tiene, más o menos, siempre lo mismo: un colegio secundario, una plaza, un boliche, una iglesia, una municipalidad, una comisaría, un cementerio, mil vueltas al perro. Y poco más.
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Por eso, aunque sus padres siempre fueron sobreprotectores, el inquieto Andrés -que había tocado el contrabajo en una orquesta provincial, tomado clases de dibujo y estaba enroscado con la idea de filmar cosas para subirlas a YouTube- se mandó a mudar a sus 18 años.
¿El destino? Buenos Aires. ¿El pretexto? Estudiar cine. ¿La verdad? “Quería hacer lo que se me cantara el orto, pero si decía eso, mis viejos me iban a mandar a la mierda”, desliza entre risas.
Preludio: Mi Buenos Aires querido (y tóxico)
Su mudó al barrio de Once: crisol de razas, colores, familias, texturas y universos. Se anotó en la Universidad Nacional de las Artes para cursar la carrera de cine. Pero el salto fue tan grande que el movimiento geográfico se convirtió en un sismo interno: no conocía Capital y Capital empezaba a fagocitarlo de un bocado. Ñam, ñam: ahí fue Andy. “Sentía que tenía que estar a la altura de la ciudad”.
Desde su monoambiente, a pasitos de Av. Corrientes y Pueyrredón, Andrés, que venía de la tensa calma pueblerina, se estroló de jeta contra la contaminación sonora y visual. Con los cientos de locales, olores, chapas, estéticas y accesos: “Fue una locura”.
Allí se dio cuenta de que o se apiolaba o era pollo. “Empecé a ver cuáles eran los boliches más rancios e ir”, confiesa. En una especie de tour de force à–la-película-de-Gaspar Noé, el joven e inexperto Andrés empezó a meterse en sótanos oscuros, a convivir con extraterrestres, a hundirse en un mar de sustancias y situaciones, de mínima, random y, de máxima, peligrosas.
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“Fueron dos años de entrenamiento hasta que me transformé en una criatura muy diferente de lo que era cuando llegué a Buenos Aires”.
Haciendo un balance entre el mundo académico y el submundo de las discotecas y la noche, Andrés fue mutando de piel y comenzó a enroscarse sobre sus nuevas expectativas. Pero, ¿qué era lo que realmente estaba buscando?
“La quería pegar antes de entender qué es pegarla”, cuenta. Y eso se convirtió en una especie de obsesión, un tema recurrente. “Tenía que encontrar algo que me haga pegarla y pensaba que lo iba a hacer enroscándome”.
Entonces, pasó noches sin conciliar el sueño, yendo a la facultad clavadísimo y saliendo de joda cada descenso de los cielos. De allí, su nickname: Inzomnia Films.
“Por suerte pude salir de eso”, alivia.
Así las cosas, peleado con las estructuras y contrariado con el snobismo, Inzomnia dejó la carrera. “Me di cuenta que no iba a terminar la universidad. Que todo eso había sido un preludio. Y en un momento entendí que era por otro lado”.
Capítulo I: Quanti Martiri Ha Potuto Passare
Después de mamar este nuevo impacto estético, de divorciarse de la idea de las formalidades y de sus ganas desesperadas por conocer gente que le abra la bocha, encontró a un grupo de pibes que, más o menos, andaban en la misma que él.
“Cerré un ciclo que me define como persona”, reconoce a propósito del momento en que se ungió en las huestes de la RIP Gang.
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—¿Qué buscabas hasta ese momento?
—Creo que lo mismo que busco ahora: que a la gente le sirva lo desquiciado de mi personalidad. Todo eso que expulso para entenderme. Me gusta que digan “fa, está sacado”. Y creo que es lo que está empezando a pasar ahora con mi laburo.
—¿Y qué es lo que te marcó en todo este proceso?
—Lo que más tuvo impacto en mi vida fueron las cosas raras. Ni lo lindo, ni lo feo; ni lo bueno, ni lo malo. Y, para entenderme mejor, supe que los traumas son los que me generaron un impacto estético más profundo. Que incluso tienen que ver con mis conductas de comportamiento. No nos enseñan a explorar esos sentimientos.
Entretanto, durante un verano, tras una visita familiar de Dillom a Misiones (de allí es su abuelo; ahí vivió su mamá), Inzomnia se mandó derecho donde estaba el artista y, sin más, lo encaró. Le sacó la ficha de su locación vía stories, tomaron una cervezas y en ese instante nació una especie de amistad. Por ese entonces, Dillom ya había publicado “Drippin” y “Keloke”. Sin más, Inzomnia le mostró “Ruega x nosotros pecadores” de Olimac Rizas, el primer videoclip de su autoría.
—“Está zarpado”, le dijo Dillom.
—“Crucémonos en Buenos Aires”, quedaron ambos.
Capítulo II: RIP Gang
Así, después de un showcito con poca asistencia, el grupo de amigos de Dillom, Muerejoven, Quentin, entre otros, terminó en un bar: bebieron, rieron, flasheron. Y, borrachos, se dijeron: “Tenemos que hacer algo juntos”, plantando la semilla fundacional de la RIP Gang.
Firmado ese acuerdo tácito de cooperación y amistad, llegó “Superglue” de Dillom y el primer millón de views. Enseguida, en un lapso de un mes y medio, cada uno desde su lado (aportando beat, redes, clips, música, et al.), fueron ensanchando las bases de la RIP Gang. “Se fue armando muy orgánicamente”.
A la sazón, le tocó a Capasso, que venía de estudiar cine y ya tenía su camarita, el rol de director. ¿El primero? “Fredo”, de Muerejoven, en el que se los ve a los jóvenes artistas saltando y tirando facha en medio de Av. Corrientes y Uruguay, frente a la pizzería Güerrín. “La plata rendía para eso”.
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Al toque vino “Casi Pegado”, de Dillom y Muerejoven. Lo cuenta en sus palabras: “Era todo prestado. La locación la pagué yo. Le regalé un licor Tía María a la dueña de la casa. Era como una mansión media inglesa, en el medio de Belgrano. Dillom cayó con resaca y Muerejoven se quedó dormido. Yo no tenía tanta confianza con ellos”.
—¿Y qué pasó?
—Bueno, pensé: “si no funciona esto, me mato”. No tenía un mango. Ni en pedo me imaginé que esto se iba a convertir en una oportunidad laboral pero, a su vez, me aferraba a eso.
Rewind necesario: Inzomnia compró su primera cámara, una Canon 7D, después de vender panchos en Misiones. “Por recomendación de mi mamá, me puse una panchería con mis ahorros y funcionó”.
Volvamos. Para el video de “Casi Pegado”, los artistas querían algo que contuviera una naturaleza bien trapera, pero fue el cineasta el que buscó deliberadamente burlarse de los estereotipos. “Eso marcó la estética de ellos. Por momentos son dos Mirtha Legrand, no dos Dennis Rodman”.
Capítulo IV: Bienvenidos al tren
En paralelo a la proliferación de fechas, los clips no paraban de circular. “Ése fue el momento en que me di cuenta que no quería ser director de videoclips, sino que quería hacer una carrera junto a los chicos”.
Llegó la Session de Dillom con Bizarrap, el contador de visitas no paró de engordar y todo lo que tocaron empezó a convertirse en oro. “Lo que pasó con esa Session es que terminó de cerrar ese concepto de que o te encanta o lo odiás. Y si lo odíás, después lo vas a amar. Es más, creo que los que le pusieron dislike en su momento, hoy escuchan a Dillom”, explica.
Con un poco más de presupuesto, se emplazaron en el barrio de Parque Patricios y filmaron “A$AP”, otro de los éxitos de Dillom y Muerejoven. “Casi todo el presupuesto se nos fue en el alquiler del auto”, recuerda Andrés quien, otra vez, renovó su a.k.a. y se bautizó como Noduermo.
Subió el hype, aumentaron las reproducciones y las cosas se advirtieron cada vez más nítidas: “Kelly” significó un nuevo hito en la vida de la RIP Gang. “Fue la cerecita del postre del concepto que buscábamos: nos estábamos burlando de todos”.
Y a partir de ese momento, Noduermo empezó a encarar la configuración del discurso propio de cada uno de los artistas de la crew y la trilogía compuesta por “Casi Pegado”, “A$AP” y “Kelly” erigió las bases de su humor satírico e incómodo, una marca registrada de su obra.
Capítulo V: Irreversible
Así, “Dudade” de Dillom y “Tantas Vueltas” de Muerejoven significaron un nuevo paso en la carrera de los miembros de la RIP Gang. “Filmamos los dos videos en 24 horas y me di cuenta por primera vez que entendía que podía laburar mejor de lo que venía laburando”.
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Sin embargo, tras “Water” de Saramalacara y Taichu donde Noduermo jugó a ser, justamente, Gaspar Noé, uno de sus héroes cinematográficos, llegó “OPA”, el nuevo level-up.
—¿Qué significó “OPA” para ustedes?
—Sin dudas fue un nuevo capítulo en mi carrera y en la de los pibes. Como artista, Dillom tenía encima una carga estética muy contundente. Por eso fue un desafío. Yo tengo una memoria muy prodigiosa. Me acuerdo de todo. Y siempre me gustó todo lo horrible de los años 2000. Y a Dillom también. Acá, se nos voló el presupuesto a la mierda. Volvimos a esos 2000 y el video tiene algo de “Ass Like That”, de Eminem. Queríamos atravesar esas referencias estéticas por la historia de Dillom y todo lo que lo compone. Lo mejor fue sentarnos a escribir el videoclip con él: lo escribimos en media hora.
Por estos días, Noduermo filmó el flamante clip de K4, un plano secuencia que es, según dice, de lo mejor que hicieron. Además, acaban de terminar un nuevo video de Dillom junto al uruguayo Mesita.
—¿Y cuál es tu próximo plan?
—El big deal es el disco de Dillom, encarar el corte de difusión y los singles para contar el disco. Va a ser una mierda bien picante. Y puedo adelantar que va a tener una carga estética más pesada que lo usual, más creepy y spooky.
—¿La marihuana forma parte de tu vida?
—Soy una persona muy sensible a los estímulos. Los estados alterados agudizan los estímulos. Tuve una etapa muy stoner, en las que fumaba porro todos los días. Me pasó de encontrar un equilibrio en mi vida. Me pasó con el porro y con otras sustancias. La marihuana me volvió sensible para descubrir cosas de mi personalidad, pero -en excesos- me volvió sensible ante ciertas inseguridades.
—[…]
—El porro siempre está a mano. Me sirve para cuando estoy relajado y exento de responsabilidades. Es un premio que tengo que saber disfrutar. Pasé de una época sustanciosa a convertirme en un adicto al laburo. Soy un workaholic y eso repercute en mi salud mental. Estoy aprendiendo a disfrutar los momentos para cada cosa. La marihuana no me gusta para estar sensible, me gusta para relajar. No solo la marihuana, sino los estupefacientes en general. Por eso, solo los uso recreativamente.https://www.youtube.com/embed/i03mqfJ7wPM
Fotos cortesía de NoDuermo