Nota por Santiago Rodríguez Tarditi publicada originalmente en El Planteo. Más artículos por El Planteo en High Times en Español.
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Este especial fue posible gracias a la Fundación Gabo y el Fondo para investigaciones y nuevas narrativas sobre drogas.
- Maria Gabriela de Faria
- Actriz y activista
- Venezuela
Salir del clóset cannábico no es fácil para nadie, pero si eres una estrella reconocida con millones de seguidores a través de tus redes sociales, se hace un poco más complicado. Para Maria Gabriela de Faria, el evento resultó de una ardua búsqueda interna, donde tuvo que adentrarse en su lado más oscuro (complicado, a su vez, si la gente te recuerda por un programa de televisión para adolescentes). Pero, de alguna manera, se le hizo fácil lidiar con esa polaridad energética: lo ha venido haciendo desde los 5 años, edad a la cual comenzó su carrera como actriz infantil. Durante años protagonizó papeles en donde su cara angelical e inocente era fundamental, pero más recientemente, Maria Gabriela se ha embarcado, una vez más, a explorar su sombra.
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“Nací en Venezuela, hice mi primer comercial a los 5 años y me encantó el mundo del entretenimiento. Desde que tengo 16 años salí del país y me dediqué de lleno a esta industria”, dice Maria Gabriela desde su casa en California, en el epicentro de las producciones. “Es un ambiente muy creativo, y la mayoría de personas que trabajan ahí son consumidores; yo soy una de ellas”.
Maria Gabriela fue una estrella desde muy temprana edad gracias a su personaje principal como Isabella Pasquali en la serie Isa TKM, una historia sobre una adolescente que se enfrenta a preguntas filosóficas y momentos pilares de la vida narrados a través de una historia de primeras veces (primer amor, primer baile de la escuela, primer rompimiento de corazón, etc.). Fue una chica Nickelodeon, un referente trans-regional para toda una comunidad de seguidores que crecieron y siguen creciendo (por medio de clips de ISA TKM que aún se encuentran en YouTube).
La mayoría de su audiencia la considera como una figura inofensiva; los anglosajones llaman este arquetipo “the girl next door”—algo así como la vecina que todos añoran tener de amiga o novia. Por eso, cuando Maria Gabriela decidió salir del clóset cannábico frente a más de 1,5 M de seguidores en sus redes, la comunidad la recibió con reclamos. “Durante varios días, me llegaban mensajes directos criticando haber dicho públicamente que yo era consumidora. Yo sabía que iba a pasar—pero era algo que tenía que hacer”, dice Maria Gabriela. “Usar cannabis y hongos alucinógenos ha sido parte de mi proceso creativo y no puedo negar que consumirlo de manera ritualística puede ser muy beneficioso”. Pero le costó bastante tiempo llegar a ese punto. Además de haber crecido en una familia religiosa y una sociedad cerrada, dado su perfil en la industria, siempre le recordaron que debía mantener su personalidad de niña santa en todo lo que hacía.
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“Me comenzó a generar mucho conflicto interno saber que ni yo ni la sociedad tendría ningún problema si yo publicara una foto con un trago en la mano, pero que si yo subía una mostrando el CBD que tomo o el porro que fumo legalmente en mi estado de residencia, sería problemático”, continúa. “Me cohibía porque tenía esa necesidad de que todos me quisieran. Fue un momento importante en mi vida porque desarrollé mi capacidad crítica y me quedó claro qué me gustaba y qué me servía en mi camino. No podía ser hipócrita con mi estilo de vida”.
¿La clave, según Maria Gabriela? Ser compasivo. Con aquellos que no conocen o se ahuyentan con este tema, pero sobre todo con uno mismo. “Es un trabajo que se hace a diario—abrir nuestros corazones para poder abrir mentes. Estar dispuestos a reconocer que estuvimos equivocados también es importante en el proceso de crecimiento personal”, explica.
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Maria Gabriela habla con una convicción poco frecuente en alguien que fue una estrella actoral infantil, alguien que ha sido bañado con admiración y atención. Ella podría disfrutar de su fama y continuar haciendo series y películas (su más reciente film fue una historia de terror basada en un exorcismo en México), pero la realidad es que sigue muy conectada con una intención mayor. Hoy en día pasa su tiempo abogando por el veganismo, por los derechos humanos, la justicia social, y la necesidad de replantear la política frente a las drogas. “Estoy en un momento de la vida muy interesante; acabo de cumplir 30 y he comenzado a crear mis propias reglas, luego de experimentar con diferentes cosas que me han ayudado a salir del rat race en el que nos adoctrina la sociedad”. Su búsqueda se define en redefinir el éxito, encontrando la forma de crear un legado por medio de sus acciones diarias.
La actriz venezolana ya no es una niña chiquita. Maria Gabriela habla sin tapujos y siempre dispuesta a romper los tabúes latinoamericanos—sin embargo, jamás ha dejado que el lado oscuro se salga de balance. “Uso mucho el cannabis para meditar o para leer un guión; me ayuda a imaginarme la vida de los personajes que estudio. Nunca pensé que sería consumidora, pero siempre tuve la curiosidad. Cuando comencé a fumar con mi esposo, de manera más consciente y conectada a la planta, reconocí su valor terapéutico y espiritual. Yo no quería depender de fármacos y el cannabis me sirvió para calmar los cólicos y ataques de ansiedad con los que lidié un buen tiempo”, comparte.
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La fama desconecta a muchas personas de la realidad—y a Gabriela también le pasa. No en el sentido en que poco le importa estar en contacto con su audiencia, sino que los estándares que rigen a la mayoría no son los mismos que la hacen vibrar. “El sistema no nos quiere trabajando nuestras emociones o usando enteógenos para sanar”, dice. “Tenemos que desconectarnos de esa matriz y volver a tomar responsabilidad por nuestras acciones y el futuro del planeta. Lo importante es empezar de a pocos. Yo fui vegetariana antes de ser vegana. Consumí poco cannabis antes de integrarlo a mis rituales diarios. Empecé con un comercial y terminé con una gran carrera. Al final, cuando uno hace las cosas con el corazón, todo se conecta”.
Ilustración cortesía de Chya Taller
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